10/03/2018, ELUNIVERSAL.COM.MX, Juan Francisco Torres Landa*

Estamos en un momento en la historia nacional de enormes reflexiones y contrastes de ideas. Lo curioso, por decir lo menos, es que deberíamos estar en la plena celebración de una fiesta democrática y, sin embargo, ésa no es la sensación. Sí sabemos que habrá elecciones en julio pero es por la diarreica forma de bombardearnos con información superficial.

Tenemos un panorama en que lo que priva es una lucha fratricida entre los distintos grupos de poder político que, tradicionalmente, se reparten los puestos de elección popular y de manejo administrativo. Además, hoy en día, los cambios de afiliación y de propuesta política son tan numerosos y frecuentes que ya no sabemos cómo distinguir unos de otros.

Lo más increíble es lo que no hemos visto. Los problemas torales del país como la inseguridad, la inequidad, la impunidad y la corrupción no parecen merecer un trato frontal entre los candidatos, más allá de usarse como combustible para descalificarse unos a otros. No hemos escuchado el plan, el programa y las acciones que nos expliquen cómo van a llegar a los resultados deseados. Aquí no vemos orientación alguna sobre lo que piensan pues su foco es ver cómo taclear al contrario y no cómo distinguirse de los demás.

Así estamos ahora y la ciudadanía tiene que ejercer mayor presión para evitar la inercia apuntada. Debemos exigir propuestas de fondo, debates con verdadero intercambio, explicaciones contundentes de acciones, y revisión de lo que los partidos realmente tienen en sus candidatos, filas e intenciones. Si ellos no están dispuestos a cruzar la línea de la seriedad ni a estudiar el fondo de las cosas, nosotros debemos exigir que lo hagan. Los dueños de la democracia somos nosotros y nos toca ejercer el mandato pleno que nos corresponde. El tiempo apremia para marcar la diferencia. Debemos actuar sin pausa y con prisa.

En ese sentido, es muy probable que en unas semanas nos veamos en una contienda presidencial que se catalice en una carrera parejera porque, en los hechos, las preferencias van a impulsar lo que la segunda vuelta formal no hizo posible. Debemos buscar allegarnos la mejor información disponible para que el ejercicio democrático rompa con lo que fue la apuesta original: lograr un voto de mayoría simple. Ello otorgará certidumbre y legitimidad. Además, puede evitar la inestabilidad post-electoral a los que muchos apuestan en caso de una victoria por muy estrecho margen.

El gran enemigo a vencer es la apatía y por lo mismo el abstencionismo. El entusiasmo de participar en la vida democrática debe ser permanente. Debe ser la constante diaria.

En el proceso de definiciones, la balanza la inclinarán las mujeres y los jóvenes. El candidato que lo entienda llevará una ventaja estratégica.

*Secretario General de México Unido Contra la Delincuencia

Nota completa en: eluniversal

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