Fuente: Plaza Juárez, 18/09/2018, Cristóbal Rojas

“No he leído ni una sola nota que detalle las diligencias para detener a los responsables, eso habla también de una normalización institucional de la violencia, más allá de lo escandaloso que pueda parecer que siguiera la fiesta o que la gente se alejara sin ningún tipo de exigencia ni sorpresa”, apunta Lisa Sánchez, directora de México Unido contra la Delincuencia. “Estamos en un momento en el que las personas parecen reemplazables, desechables, como si no importara que se les arrebate la vida así”, lamenta Sánchez.

México cerró 2017 como el año más sangriento de su historia reciente, con la mayor cantidad de asesinatos en las últimas dos décadas. Hubo 25.339. Récord tras récord, una nueva realidad ha golpeado a la capital, antes ajena a la ola de violencia que azotaba al resto del territorio. Ese mismo año, la Ciudad de México también batió su récord de homicidios dolosos. Hubo 1.085 casos, al ritmo de una muerte violenta cada ocho horas, según datos oficiales. Aún es una incógnita cuántos de estos asesinatos están ligados al narcotráfico, cuyo embate sigue siendo un secreto a voces frente a un Gobierno que se ha empeñado en repetir que el crimen organizado no opera a gran escala en la capital.

Poco ha cambiado en lo que va de año. Hasta julio de 2018, los homicidios dolosos han subido un 11,5% y los que se cometen con arma de fuego un 22% comparado con los primeros siete meses de 2017, según cifras oficiales. En la misma ciudad en la que ocho de cada diez homicidios quedan impunes y en la que probabilidad de que se denuncie y se esclarezca un crimen es menor al 1%, según investigaciones de la sociedad civil. “Es una foto muy simbólica del estado de la nación… y justo en las fiestas patrias”, afirma Sánchez

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