Cuarta Transformación: vencer no, convencer sí
La lógica de un país democrático, plural, diverso y complejo exige madurez. No se trata de aplastar, sino de lograr que se tengan las mejores condiciones para todos los habitantes del país.
28/02/2019, FORBES.COM.MX, Juan Francisco Torres Landa Ruffo*
Cuando se ganan las elecciones en la forma como lo hicieron Morena y sus diferentes partidos satélites el pasado 1 de julio de 2018, la tentación de ejercer el poder a raja tabla y tomar la mayoría de las decisiones sin preguntar a otras fuerzas políticas es muy cautivadora. Sin embargo, la lógica de un país democrático, plural, diverso y complejo exige una madurez mucho mayor para estos efectos. No se trata de aplastar, sino de lograr que se tengan las mejores condiciones para todos los habitantes del país.
Es decir, para lograr el mejor logro posible no hay nada mejor que la construcción de acuerdos transversales. Ese diálogo permanente con las demás fuerzas políticas, sociales, económicas, gremiales y ciudadanas, pueden ser la llave para tener verdaderos éxitos de gobierno. Lo contrario, el simplemente imponer agenda, definir temas, y actuar unilateralmente no es una buena opción si se quieren lograr resultados buenos y duraderos. Es por esto que requerimos urgentemente ver de la Cuarta Transformación una actitud radicalmente distinta a la que han venido desplegando, si es que aspiramos a tener un país que pueda trabajar con unidad y objetivos comunes.
Estamos en un momento históricamente complejo y muy relevante para el país. Se presentan ante nosotros retos formidables, lo que hoy se decida puede fijar la ruta del país por varias décadas. Las decisiones se agolpan y las complejidades se multiplican. Y, sin embargo, lo que estamos presenciando es una irresponsable dinámica en la que AMLO está tomando las decisiones más importantes en materias de impacto nacional y transversal, sin tomar en cuenta las voces de expertos, sin que se crucen datos duros, sin rebotar ideas entre los distintos sectores o personas involucradas, y en general, con una superficialidad apabullante.
Las perspectivas son ominosas si se sigue esta ruta. En temas como la Guardia Nacional, la cancelación del nuevo aeropuerto de Texcoco, la suspensión de las estancia infantiles, la adjudicación de contratos y obras a fuerzas armadas sin licitaciones públicas, la eliminación de personal calificado en posiciones importantes del gobierno, la dilución de los organismos reguladores, la designación de personas afines (y en su mayoría sin experiencia o capacidad) en puestos claves, y la destrucción de contrapesos. El común denominador es lograr una única perspectiva de la 4T, en particular, otorgar a AMLO las riendas completas del país. Los riesgos son formidables porque el juego es perverso, en cuanto a opacidad e intolerancia se refiere.
Aunque tenemos un enorme compromiso para cerrar la brecha que divide a la población en temas como: trabajo, seguridad, justicia, educación, salud y oportunidades, la ruta actual de la 4T no solamente no resolverá estos temas, en cambio, los exacerbará y profundizará. La única forma de realmente generar mejores condiciones de igualdad y solidaridad es mediante crecimiento económico, educación de calidad, clínicas de salud profesionales, instituciones policiales y de procuración de justicia civiles bien preparadas y entrenadas; en general, decisiones bien sustentadas y evaluadas.
Otro ingrediente muy preocupante es el creciente nivel de intolerancia a la crítica. Estamos viendo cómo algunos miembros de la administración, y el presidente, han dado muestras de hacer caso omiso y ya no escuchar; peor aún de no aceptar forma alguna de disenso. No importa si el punto de vista distinto proviene de expertos y gente bien informada de los temas técnicos que se tratan, la tendencia es simplemente no recibir puntos de vista distintos y en fechas recientes a utilizar el peso del Estado (incluso utilizando información confidencial) para denostar a los “enemigos de la 4T” y crucificarlos públicamente como inmorales. Lo sucedido recientemente con los presidentes de la CRE y la Cofece son muestra de lo anterior. Este uso faccioso de las instituciones y recursos al alcance de los servidores públicos es muy preocupante, porque justamente un buen gobernante es aquel que sabe escuchar y ser criticado, para no perder el piso y conocer las implicaciones de todas las decisiones que se toman.
Por ello, no hay que vencer, sino convencer en el camino. Solamente así se entenderá que existen los elementos y requisitos para un gobierno bueno y eficaz, como el que prometió encabezar Andrés Manuel López Obrador en su discurso inaugural.
*Consejero de México Unido Contra la Delincuencia A.C.
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